El declive de las abejas es un indicador del daño que sufre su entorno natural. Así lo asegura Jesús Manzano, director ejecutivo de la Fundación Amigos de las Abejas, una organización que trabaja por proteger y recuperar a estos insectos. Según este experto, se trata de un problema global que afecta también a España, aunque los datos aportados en nuestro país no reflejan la realidad, ya que muchos apicultores no declaran la muerte de parte de sus colmenas para no perder las subvenciones de la UE.
¿Qué les está ocurriendo a las abejas?
Esta pregunta necesariamente va a tener una larga respuesta, sería imperdonable identificar sólo unas causas de la mortalidad dejando que el desconocimiento de la sociedad mantenga otras.
Miles de especies de animales y plantas silvestres están amenazadas en todo el planeta, y nada haría suponer que entre ellas estaría un animal doméstico y ganadero, las abejas.
El declive de las abejas es un síntoma de los abusos que estamos cometiendo en el modelo de agricultura industrial, encerrada en un círculo vicioso de monocultivos extensos, abonos artificiales, tóxicos contra las plagas y eliminación de la biodiversidad del suelo y sus habitantes. En aras de una mayor productividad estamos convirtiendo el campo en fábricas de alimentos uniformes, calcados de una explotación a otra.
La UE ha prohibido cautelarmente una clase de pesticidas, los neonicotinoides, al tiempo que crecen las sospechas sobre herbicidas como el glifosato y otros agentes tóxicos de uso común en los campos. Determinar qué actores participan en esta obra dramática requerirá de largos informes científicos y lentas legislaciones, mientras las abejas y miles de especies polinizadoras, invisibles a nuestras estadísticas, estarán perdiendo la batalla de la vida tras una evolución de 100 millones de años.
No sólo los agrotóxicos participan en el declive de las abejas, muchas otras causas se unen: Especies invasoras como el ácaro Varroa destructor, el trasiego de colmenas de unas regiones climáticas a otras sin garantías sanitarias o la pérdida de nutrientes por ausencia de variedad floral en nuestros campos. A ello se suma la falta de capacitación de muchos apicultores que eluden la aplicación de medidas terapéuticas o de contención de enfermedades.
Las abejas son indicadores biológicos de la salud de nuestros ecosistemas. El ser humano puede soportar pequeñas dosis de sustancias lesivas o sustituir con cierta facilidad una fuente de alimentación por otra. Pero las abejas, los abejorros y otros polinizadores sólo tienen una respuesta: reducir su población en función de las condiciones del entorno.
La gravedad que se esconde tras la reducción de la población de los polinizadores es que son el eslabón terrestre que garantiza la reproducción de las plantas. Su posición de iniciadores de la cadena trófica compromete la alimentación de los animales que comemos y el suministro de dos terceras partes de los vegetales que el ser humano lleva a su cocina.
El impacto económico no es menor, pues el 84% de la cosecha europea depende de polinizadores, generando 22.000 millones de Euros anuales (valor estimado de los recursos proporcionados por los polinizadores).
Sin polinizadores el ganado no tendría forrajes como la alfalfa, tampoco sobrevivirían plantas no melíferas importantes para el ser humano, como el arroz, pues serían pasto de plagas al desaparecer las barreras de otras plantas de cobertura.
¿En qué estado se encuentran en el mundo?
Las abejas, de la especie Apis mellífera, están en declive en todo el planeta, salvo en algunas islas de Oceanía y en otros espacios aislados por la geografía.
Incluso hay lugares que ya perdieron a todas las abejas y los campesinos tienen que polinizar a mano cada una de las flores de manzanos, almendros… En China hay tres grandes regiones que no tienen polinizadores. Mao Tse Tung quería deshacerse de todos los gorriones. Decía “los gorriones roban la cosecha de los campesinos”. Miles de millones de gorriones fueron eliminados y como resultado, hubo plagas de insectos y bichos. Mataron a los insectos usando pesticidas. También las abejas murieron.
Si miramos cifras absolutas, las abejas fueron aumentando un 45% en población en entre 1950 – 1985, debido a la gestión apícola de esta ganadería. Pero la productividad de los cultivos polinizables creció 400%. En la actualidad los apicultores a duras penas consiguen reponer sus pérdidas de colmenas, y el crecimiento es de sólo un dígito.
Puesto que la demanda de abejas crece a más velocidad que la oferta, podríamos estar enfrentándonos a una polinización restringida, con reducción de la producción alimentaria. Al mismo tiempo, los polinizadores silvestres disminuyen en abundancia y diversidad.
¿Y en España? ¿En qué zonas se encuentran peor, y en cuales otras están en mejor situación?
Según la última encuesta europea, en España la incidencia de la mortalidad de las abejas es menor que en los países del norte. ¿Qué explicación tiene?, ¿nuestro ecosistema o el modelo agrario? ¿Las estadísticas en España las hacemos de otro manera?. Parte del sector apícola español está engañándose a sí mismo, a las autoridades nacionales y de la Unión Europea. La mentalidad del “subsidio” lleva a muchos apicultores españoles a no declarar la muerte de parte de sus colmenas para no perder las subvenciones que la UE proporciona para medicamentos.
Con estos engaños, que tendrán prontas consecuencias en la reducción de ayudas, la apicultura española aparenta tener mejor salud que nuestros países vecinos.
En realidad, quienes más están sufriendo la mortalidad de las abejas son las regiones dependientes de usos agrarios intensivos. Pero todo el territorio peninsular está afectado, pues las abejas tienen una enorme movilidad en España, debido al intercambio de colmenas y a que la trashumancia tiene un mercado destacado en nuestra economía.
Se habla también de la avispa asiática como una amenaza más. ¿Hasta qué punto?
El avispón asiático, Vespa velutina nigritorax, es una especie invasora que llegó a Europa por el puerto de Burdeos dentro de unos contenedores de materiales de construcción procedentes de China. Es una amenaza cierta en el sur de Francia, norte de Portugal y en España en la cornisa cantábrica y las regiones pirenaicas.
La agresividad del avispón asiático es similar a su apetito. Nuestras abejas no saben defenderse de este avispón, que acaba con una colmena en pocas horas para alimentar con abejas a las larvas de sus nidos.
Existen planes de actuación en todas las comunidades autónomas afectadas, y se espera lograr frenar la expansión de la Vespa velutina. Pero no estamos haciendo las cosas bien, los medios de comunicación y los contenidos de Internet muestran en titulares imágenes del avispón europeo, Vespa Crabro, fomentando la persecución de este inocente que es nuestra principal arma de contención, ya que nuestro avispón está defendiendo su territorio frente al asiático.
¿Se puede vivir de la apicultura en la actualidad? ¿Qué cifras mueve este sector en España? (ingresos, número de empresas y trabajadores…) ¿Qué productos o servicios son los que tienen más éxito?
La apicultura ha sido considerada hasta épocas recientes como un sector muy poco evolucionado y orientado principalmente a la producción secundaria, muchos apicultores tienen como labor principal otras profesiones agrarias.
Sin embargo somos el principal productor de miel de Europa. En España hay aproximadamente 23.000 apicultores, de los cuales sólo el 20% tienen explotaciones profesionales, (>150 colmenas), quienes en conjunto alcanzan un censo de 2 millones de colmenas (78% del total). Andalucía, Extremadura y Valencia concentran el 62% de la producción del sector.
La producción de miel en España supera las 33.000 toneladas anuales. La extracción de la miel en España centra el 90% del negocio apícola. Mientras que en otros países la diversificación y especialización de los apicultores genera resultados significativos en la obtención del resto de otros productos de la colmena: Propóleos, cera, polen, jalea real, cría de abejas o la apitosína, su veneno.
¿Qué le recomendaría a alguien que quiera montar un negocio de apicultura?
Ser apicultor aficionado no requiere de fuertes inversiones, pero hay que aportar entre 50.000 y 80.000 euros para mantener una explotación que permita el autoempleo. Sin embargo la principal barrera para ser apicultor es la capacitación, pues las abejas son insectos de compleja estructura social, con un comportamiento nada simpático con el ganadero y extremadamente difíciles de gobernar. Muchos apicultores noveles abandonan en el primer año.
Mi recomendación para cualquier persona que quiera ser apicultor profesional es estudiar mucho y trabajar al menos un año como voluntario en las colmenas de un profesional experimentado.
Otra recomendación fundamental es la especialización en los objetivos productivos de las colmenas. De poco sirve elaborar miel en este mundo globalizado, infectado de productos de dudosa calidad y precios bajos. La producción de miel debe orientarse a la calidad, la certificación ecológica y la denominación de origen, cuando el territorio la permite.
¿Qué medidas deberían tomarse para mejorar el estado de las abejas?
Las mismas medidas que se han de tomar para mejorar la salud y seguridad alimentaria de las personas. De base la prohibición de todos los agrotóxicos para inducir un cambio en el modelo de producción agraria. Con más diversidad de plantas tendremos menos toneladas de químicos que soltar en los campos si logramos reducir los límites de monocultivos. Mayores barreras de diversidad biológicas reducen las plagas y aumentan la independencia de los agricultores, pues aumentan los ciclos estacionales de cosechas de distintas especies y su valor oportunista en los mercados. Las abejas necesitan una alimentación floral variada y en muchos casos solo encuentran extensos campos de una planta.
Por otra parte es necesario un plan de formación de los apicultores. España produce más miel que Francia y sin embargo no existen módulos de formación profesional como en nuestro país vecino. Mayor formación redunda en mayor cuidado de las abejas.
Falta una legislación sanitaria que fuerce a los apicultores aficionados (<16 colmenas) a cumplir con la notificación de las enfermedades que sufren sus abejas y a la aplicación de las medidas adecuadas.
¿Qué pueden hacer los ciudadanos?
Decía el presidente de la Fundación Amigos de las Abejas: “Plantas y abejas se necesitan mutuamente. Las flores son para las abejas fuente de alimento, de vida. Las abejas son para las flores fuente de reproducción, de amor”.
A tan hermosa frase falta por agregar que los humanos necesitamos a las abejas, pues su desaparición pone en riesgo el mismo acto de comer en nuestras casas. La protección de los polinizadores está en la mano de quien lleva un bidón para sulfatar sus cerezos o matar las malas hierbas. Debemos hacer partícipes a todos los ciudadanos de este problema.
Hay medidas al alcance de todos los ciudadanos:
- Limitar el uso de productos químicos-fitosanitarios, responsables del colapso de las colmenas
- Asegurar el suficiente suministro de alimentos de calidad para los polinizadores, especialmente en momentos críticos del año y en zonas con exceso de monocultivos en el paisaje agrario
- Apoyar la actividad de la apicultura para mantener la población de abejas domésticas, Apis melífera
- Crear conciencia con el fin de influir en las prácticas que se realizan en la agricultura, en las ejercidas por las autoridades públicas, empresas y jardines privados
- Construir redes, para trabajar juntos, compartir experiencias y hallazgos en la labor realizada localmente
Se habla también de la apicultura urbana como una manera de salvar a las abejas y producir miel. ¿Qué opina?
Curiosamente las abejas tienen más salud en las ciudades, pues en sus parques y espacios hay más diversidad floral y muchos agrotóxicos están prohibidos en ellas. Pero esa experiencia de otros países aún no podemos comprobarla en España, pues aquí la legislación sobre la situación de las colmenas prohíbe su presencia en las ciudades.
Si llegará el momento de permitir colmenas en las ciudades españolas deberemos tener cuidado con los hábitos exóticos y modas que acostumbramos a tener las personas, no vaya a ser que introduzcamos especies de abejas que nada tienen que ver con el ecosistema que van a habitar y compliquen aún más la custodia genética de nuestras Apis mellifera iberiensis.
En todo caso, la producción de miel para el autoconsumo o la miel urbana serían un estimulante, pues tras la popularización de su consumo solo puede esperarse beneficios para el conjunto del sector, y por ende, para los apicultores profesionales.
[Artículo completo de la versión resumida y publicado originalmente en la revista Consumer] Vicepresidente y Director Ejecutivo de la Fundación Amigos de las Abejas. Socio fundador de ecocolmena Consejero de Greenpeace España Miembro de la Plataforma contra el Abuso de Herbicidas Miembro de la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético Miembro de la Asociación Lobo Marley ciudadanos por el lobo y por el mundo rural @notime_towaste @FAmigosAbejas