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La apicultura lleva asociada una gran responsabilidad con los ecosistemas y el medio ambiente: solo aquel que sienta respeto y admiración por la naturaleza podrá llegar a ser un buen apicultor. Hacerse apicultor no requiere de grandes inversiones, ni de posesión de terrenos, pero sí requiere un profundo conocimiento de la biología de las abejas, de las técnicas de manejo de las colmenas modernas y de las enfermedades más importantes que padecen. Por ello es recomendable realizar un curso de iniciación a la apicultura, donde se enseñan todas estas cosas y donde se tenga un primer contacto con la actividad apícola.

Un curso de iniciación debe tratar al menos una serie de temas básicos para el desarrollo de la actividad:

  • Biología de la abeja
  • Morfología y organización social de la colmena.
  • Productos del colmenar y extracción de miel, polen, jalea, propóleos y cera.
  • Flora y alimentación artificial
  • Patologías de las abejas y tratamientos químicos y naturales.
  • Calendario de trabajos apícolas
  • Reproducción, multiplicación de colmenas y enjambración
  • Orientación y legislación de la actividad apícola

Con esos conocimientos básicos se puede empezar, aconsejándose siempre iniciarse con pocas colmenas. Seis es un buen número, pues comenzar con muchas más conlleva un riesgo. La experiencia propia es fundamental, y al apicultor novel le surgirán situaciones nuevas que tendrá que resolver solo y en el campo en muchas ocasiones. Un par de años de experiencia como mínimo permiten conocer los pormenores de la apicultura y es entonces cuando se podrá decidir entre mantener la actividad como hobby, profesionalizarse o abandonar.

La apicultura es una actividad sana y relajante si se toma como hobby,  pero también puede ser peligrosa y frustrante. Las picaduras a las que se ven sometidos los apicultores pueden despertar la alergia al veneno, habiéndose dado incluso casos de apicultores muertos por picaduras de abejas. Por ello es recomendable acudir al alergólogo para determinar si los futuros apicultores son alérgicos al venero de la abeja antes de comenzar esta actividad.

La colmena debe contemplarse como un solo organismo viviente capaz de regular su temperatura y humedad interior, alimentarse y almacenar reservas como una gran ciudad cuyos habitantes son las abejas, defenderse, tanto de organismos menores (bacterias, hongos etc.) como de animales mayores (ratones, abejarucos, lagartos, osos, seres humanos, etc.)

El apicultor debe facilitar que ese organismo se mantenga vivo, adaptando su volumen a las necesidades de expansión y reducción que requiere, reduciendo las piqueras en invierno para que no entren ratones y agrandándolas en verano para facilitar el ir y venir incesante de abejas, alimentando si se quedan con pocas reservas, poniendo sombra en verano y abrigándolas en invierno, evitando que toquen la madera el suelo, procurando haya agua en las cercanías en verano, etc. Todas estas cosas y otras muchas más solo se aprenden con la experiencia.

Si tras realizar el curso de iniciación a la apicultura se sigue con la decisión de continuar, hay que buscar un lugar donde instalar las colmenas que tenga abundante flora melífera. Para este menester puede servir la finca de un familiar, en el monte de un pueblo, etc. Será necesario un permiso por escrito del particular o de la entidad propietaria del terreno antes de dar el paso legalizar las colmenas.

En el caso de España, los requisitos para que los nuevos apicultores legalicen sus colmenas varían en función de la Comunidad Autónoma donde se realicen, y es conveniente que el apicultor conozca la legislación apícola aplicable en el lugar donde va a ubicar sus colmenas. Por lo general, para iniciar la actividad hay que obtener el Número de Registro de Apicultor. Para ello es necesaria diversa documentación, como el NIF de la persona que solicita la inscripción, el permiso del Ayuntamiento para realizar actividad apícola en el municipio donde estarán ubicadas las colmenas (o simplemente un certificado que demuestre que no se oponen a la realización de la actividad apícola en su termino municipal o en determinada parcela, siempre que se cumplan los requisitos que regulan los asentamientos apícolas de la Comunidad Autónoma), justificación de la capacidad de ocupar terrenos de la explotación (permiso por escrito del propietario adjuntando si fuera necesario escritura de propiedad o contrato de arrendamiento y el NIF del arrendador), croquis del emplazamiento del colmenar (reflejándose si fuera necesario las distancias a núcleos de población, carreteras, caminos, colmenares, etc).

Con toda esa documentación se deberá acudir a la Oficina Comarcal Agraria (Servicios Veterinarios) y cumplimentar la Solicitud de inscripción en el Registro Oficial. Algunas comunidades Autónomas exigen además una Memoria Veterinaria sobre el proyecto del futuro colmenar. Es recomendable acudir a una asociación de apicultores de la provincia, pues ellos pueden realizan dicha memoria. También es muy interesante suscribir un seguro de robos y daños a terceros.

Una vez realizados todos esos trámites, la Delegación Provincial de Agricultura formalizará la inscripción en el Registro Oficial asignándose un código de explotación.