Por Faustino García
Asesor apícola y Vocal del Patronato
Después del olor (sudoración excesiva por ansiedad, estrés o nervios…etc.), el ruido es, en orden de importancia, el factor que más irrita y enfurece a las abejas.
Haciendo referencia al artículo anterior, sabemos lo importante que es conocer los factores y circunstancias que influyen sobre el comportamiento defensivo de la colmena, para poder entender cómo influyen sobre su respuesta. Del conocimiento de estos factores depende que podamos actuar adecuadamente.
El nivel de agresividad que alcanza una colmena mientras realizamos los trabajos, depende, primero, de su genética y, en segundo lugar de nuestra forma de trabajar, por las vibraciones, golpes y olor que emitimos.
Sensibilidad de las abejas a los ruidos:
Los colmenares por su situación en el campo, alejados de poblaciones, polígonos, granjas (por la distancia de seguridad requerida), en general no reciben ruidos molestos ni de cierta intensidad más que cuando el apicultor realizar sus faenas. Mientras tanto solamente reciben los sonidos propios de la naturaleza (viento, lluvia, tormentas…, y otras especies vecinas). 
Hay colmenares en fincas propias, cuya ubicación atiende únicamente a criterios personales, pudiendo coincidir con otras actividades agrícolas o ganaderas (granjas, maquinas, personal…). En este caso, debido a la capacidad de adaptación que tienen las abejas, se ha podido observar que no tiene, aparentemente, influencia negativa sobre su salud o productividad. Si bien, pueden aparecer brotes de agresividad en grupos pequeños de abejas, aproximadamente de seis, sobre todo a la salida de la invernada, cuando predominan las abejas longevas y coincidiendo con la falta de pecoreo que las mantenga entretenidas.
Vibraciones y ruidos.
Vamos a analizar las vibraciones y ruidos desde el punto de vista físico y, debido a la sensibilidad de las abejas, como influyen sobre su agresividad:
Desde el punto de vista físico, el sonido es una vibración que se propaga en un medio elástico (aire). Para que se produzca sonido se requiere la existencia de un cuerpo vibrante, denominado foco (cuerda tensa, varilla, una lengüeta) y de un medio elástico que transmita esas vibraciones, que se propagan por él, constituyendo lo que se denomina onda sonora.
Por ejemplo, cuando se produce una explosión, la onda expansiva se genera en un punto, más o menos concreto desde donde toda la onda se desplaza. Este cambio repentino puede percibirse mediante el sonido, ya que es el mismo proceso que usa para transmitirse por el aire, pero mucho más violento.
Tanto los sonidos como las explosiones, se propagan mediante ondas a través de un medio: aire, agua, tierra, etc.
Cuando se produce una explosión, puede sentirse físicamente, dependiendo de la distancia a la que nos encontremos y de la fuerza. Al igual que ocurre cuando nos acercarnos a un equipo de música con intensidad elevada, somos capaces de notar las ondas viajando a través del aire en todo nuestro cuerpo. El efecto es similar, pero de mayor intensidad.
Cuando damos un golpe seco sobre el alza de una colmena abierta, estamos reproduciendo físicamente el efecto de una explosión, con un ruido y vibración tan bruscos que pueden dañar a las abejas, además de influir sobre su agresividad. Esto suele hacerse para despegar las abejas adheridas a un alza, núcleo o tapilla.
Otras circunstancias en los que se someten las colmenas a golpes, son en las operaciones de trashumancia. Al estar las colmenas cerradas, cualquier impacto tiene una gran repercusión en su interior.
Un compañero de apicultura, para comprobar si las colmenas estaban vivas, sin tener que abrirlas, utilizó una vara de avellano para aporrear cada una de las cajas. No hubo respuesta por parte de las abejas, “una mala señal”. En una revisión posterior y con los medios necesarios, se confirmó lo que ya se sospechaba: Estaban muertas, pero por otros motivos.
Todo golpe sobre el habitáculo de las abejas es malo, ya que las alerta e incita contra la presencia del apicultor. Si este golpe, además, sobrepasa el umbral de resistencia que la abeja tiene, puede dañar alguno de sus órganos sensoriales, modificando su sistema de navegación, quedando imposibilitada para hacer los vuelos de reconocimiento y de pecoreo.
